Salud mental y horarios de trabajo: una urgencia no tan desconocida

La relación entre los horarios de trabajo y la salud mental ha ganado visibilidad en los últimos años, y no sin razón. En un mundo laboral cada vez más demandante con exhaustivas jornadas de trabajo, los límites entre la vida laboral y personal son difusos, especialmente desde la pandemia de COVID con el auge del trabajo remoto. Hoy, más que nunca, necesitamos reflexionar sobre cómo nuestros horarios de trabajo están afectando el bienestar mental y emocional de las personas.

Para muchos, cumplir con una jornada de trabajo tradicional ya no es sinónimo de estabilidad. En muchos casos, la rigidez de horarios amplios y sin descanso adecuado genera un desgaste emocional que puede derivar en estrés crónico, ansiedad y, en última instancia, agotamiento físico y mental. Es conocido cómo estas dolencias menos visibles ocasionan repercusiones físicas, en algunos casos graves. Esta sobre exigencia, en la que el tiempo de descanso se convierte en un lujo, es un claro indicador de una sociedad que privilegia la productividad por encima del bienestar de sus miembros.

Productividad vs Horas de trabajo

¿Pero la productividad va directamente asociada a la cantidad de horas que trabajamos? Definitivamente no, aunque esto daría para otro artículo. Lo cierto es que en España, con un fuerte arraigo del “presencialismo” disponemos de pocas medidas para catalizar el tiempo trabajado en productividad real. Se abren siempre dudas: reconocer que el trabajo que te han encomendado has conseguido hacerlo en menos tiempo implica que te encargarán más tareas en el mismo tiempo, lo que aboca a trabajadores eficientes a ocultar esta premura y optimización para evitar ser el que cargue con el peso del trabajo del departamento. Al final, esto ocasiona perjuicios para la empresa y obviamente para el trabajador, con consecuente sensación de frustración: ¿por qué debo estar en este trabajo 8 horas si puedo hacer mis tareas en 6? Aunque no es tan fácil como parece…


Trabajo remoto, cuando no hay fronteras

Por otro lado, la flexibilidad que ha traído el trabajo remoto plantea sus propios desafíos. Aunque ofrece beneficios como la eliminación de los tiempos de desplazamiento, también ha borrado los límites entre las horas laborales y el tiempo personal. La constante conexión digital puede crear la expectativa de estar “siempre disponibles”, lo que agudiza la sensación de agotamiento y aumenta los niveles de estrés. La “cultura del siempre conectado” no solo afecta la salud mental, sino que también reduce la efectividad y creatividad, aspectos esenciales para una buena calidad de trabajo y una vida equilibrada.

El impacto negativo de los horarios de trabajo inadecuados en la salud mental no es un tema menor. Diversos estudios han demostrado que los empleados que experimentan largas jornadas de trabajo o ausencia de descansos sufren de niveles elevados de ansiedad y depresión. Además, un horario de trabajo excesivo tiende a reducir la posibilidad de dedicar tiempo a la familia, amigos y pasatiempos, pilares fundamentales para mantener una buena salud emocional.

Entonces, ¿cuál es la clave para revertir esta situación? La solución requiere un cambio de mentalidad tanto de empleadores como de empleados. Por un lado, las empresas deben apostar por implementar políticas de bienestar, respetar los límites de horarios y ofrecer esquemas de trabajo flexibles. Horarios más cortos, opciones de teletrabajo y pausas regulares son medidas que contribuyen a mejorar la calidad de vida de los empleados sin sacrificar la productividad. Por otro lado, los empleados también deben comprometerse a priorizar su bienestar, estableciendo límites claros y fomentando el autocuidado, algo que en ocasiones por exceso de celo o miedo a perder el trabajo pasa a una prioridad menor.

En fin, los horarios de trabajo en la actualidad representan un desafío crucial para la salud mental. Si bien el trabajo es una parte esencial de nuestras vidas, no debe ser la única ni debe comprometer nuestro bienestar emocional. Sin lugar a dudas es hora de priorizar políticas que aboguen por un equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal. Sólo así podremos avanzar hacia un modelo de trabajo sostenible que permita que los individuos crezcan tanto profesional como personalmente.

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